El siguiente, es un ejemplo de Ensayo, donde el tema principal es educación chilena versus los adolescentes. Léelo y luego reconoce algunas características propias de este tipo de texto.
La optofobia como lenguaje entre Chile y sus estudiantes
En el libro 2666 de Roberto Bolaño, hay unos párrafos magistrales acerca de las enfermedades de los pueblos latinoamericanos. Bolaño se anima, a través de un personaje, a desarrollar una idea atrevida: tal como las personas, los países y sus pueblos desarrollan enfermedades. México, según el autor, tiene dos fobias notorias, que lo hacen un país enfermo: la ginofobia y la optofobia. Quiero profundizar en el segundo de los males descritos por el autor. Según Bolaño, México y otros países de la región padecen de optofobia, del “miedo a ver”. México es probablemente el caso más agudo, pero otro caso clínico en el continente, según el autor, es Chile. Pienso que en nuestro país, como cultura, y desmarcándome de Bolaño por un rato, no nos animamos a “ver”, y por ende a enfrentar.
¿Qué será mejor: ver o no ver? Probablemente la respuesta instintiva a esta pregunta sea “ver”, esto no resiste mayor análisis, pero en el día a día, en donde la cultura se corporiza a través de las personas comunes y sus creencias y prejuicios, la posibilidad de ver o no ver, podría ser más cuestionada. En Chile pareciera que padecemos de esa optofobia, pareciera que como país preferimos la seguridad y el sedentarismo ante el arrebato de los sentidos. Poner límites a los sentidos o a los puntos vitales del cuerpo, nos ha transformado en una especie de Invunche, en un ser lóbrego acostumbrado a la oscuridad. Pareciera que Chile no desea ver como país, por ello las frases bronceadas de nuestras autoridades como “en este país las instituciones funcionan”. Encallar en frases como anteriormente dicha, habla de un país que “le echa para delante” solamente, cual caballo con infranqueables ojerizas, de un país que sólo ve parte de la realidad.
Como nación estamos acostumbrados a dar la espalda a lo que nos duele, separa o no entendemos: no enfrentamos, no miramos, o no sabemos mirar. Al respecto, esta optofobia que nos asedia constantemente, también nos hace dar la espalda a lo que no podemos solucionar al finalizar el día, por ello es que también la autoridad y el Estado en general da la espalda a los deudores habitacionales, a los jubilados, a los mapuche y a los jóvenes. Al no saber resolver las afecciones que carcomen su piel, Chile evade y da la espalda, y como es un país, una cultura íntegra la que no quiere ver, la educación se hace a ciegas. Chile, a través del Ministerio de Educación, vive y se regenera de espaldas a los jóvenes, la educación chilena no quiere ver, no intenta descifrar los increíbles desafíos que como país puede y debe enfrentar. Como avestruces los intelectuales, pensadores y ejecutivos de este sistema “optofóbico” huyen de lo contingente, arropándose en un futuro potencialmente esplendoroso para los jóvenes de Chile. Una de las disciplinas más atormentada gracias a esto es la de Lenguaje.
El otrora Castellano, busca ser más práctico en la vida de los adolescentes de la educación media, que “les sirva” lo que aprenden y leen, por eso la literatura tiene una importancia menor en los programas educativos. Un par de intelectuales, encerrados durante meses proyectan lo que según ellos es lo ideal, en teoría, para el país. El resultado: contenidos aburridísimos para una generación sensualista, que pide a gritos ser escuchada. Esta generación nacida ya en democracia, se mueve con códigos distantes a quienes planifican los programas. He escuchado incluso a profesores que denostan cruelmente a esta generación, aportando un granito más a su postergación.
El afán de no ver por cierto que afecta a los profesores en general, y de seguro que sí afecta a los profesores de Lenguaje y Comunicación. He visto a varios con la dinámica del copy page con los programas que el ministerio sube a internet. Programas paupérrimos, desorientados, navegan por las cabezas de los profesores chilenos.
El Lenguaje no tiene mayores posibilidades en un sistema miope, que avanza en contra de la luz. No quiero ser mesiánico, no ha sido ese mi ánimo, sino más bien metafórico: mientras los jóvenes escuchan su música en el pendrive o mp3 u otro aparato, el profesor raya una y otra vez la pizarra intentando fijar conocimientos que poco y nada le servirán ni motivarán al estudiante. La asignatura de Lenguaje implementada tal como está hoy por hoy, tiene los días contados. Para qué intentar, sobre todo en la educación pública o mixta, injertar conceptos antiquísimos o contrarios de los intereses de esta adolescencia. Se juega, se recrea, se trabaja sin ellos, o estando ellos sólo como oyentes, como posibilidad y no como protagonistas. El Lenguaje sucumbe ante la realidad de estos estudiantes, su vocabulario sólo se adapta a sus necesidades, que no son las del ministerio. Su escritura se desdibuja, adaptándose sólo a sus necesidades, y así pasa con su comprensión, con su motivación, con su quehacer: es una generación muy diferente, nacida bajo un lenguaje visual, donde lo que no se ve, no existe. En este escenario, el Lenguaje debe arropar las palabras con imágenes, intentar que los estudiantes creen su aprendizaje creando, jugando, manoseando, manipulando el lenguaje, tal como se haría con una plasticina.
Quizás sea mejor comenzar por el final, a la usanza de las novelas, tomarse el tiempo y escuchar a esta generación y a las que siguen, y recién ahí sentarse a pensar la educación y el Lenguaje, intentando una mayor coherencia y energía en esta obra mayor que es el futuro de nuestro país.
¿Qué tipo de educación tendríamos si los estudiantes participaran activamente en ella? ¿Qué contenidos existirían en la asignatura de Lenguaje si los estudiantes participaran en esta decisión? ¿Qué tipo de país sería Chile si mirara de frente a sus jóvenes?
En este Ensayo podemos identificar una introducción, un desarrollo y un final, además de una visión original respecto al tema. Desarrolla este texto, argumentos e incluso cita a un autor: Roberto Bolaño. El lenguaje es culto, pero no falto de ironía y energía. Además concluye con preguntas, no cerrando el tema, sino que abriendo el debate. Por último, decir que el texto es audaz, se atreve a proponer un cambio, argumentando con buenas y creativas razones su planteamiento.
Sé creativo y audaz en tu Ensayo